Es el maridaje ambivalente, paradójico e inquebrantable del silencio y la voz (la palabra) lo que el poeta concita en cada verso. La cultivación de un lenguaje otro que asume la irreferenciabilidad de la palabra y se afana en arañar en el silencio unas grietas donde guarecerse, en soledad, pero desde el único recodo donde puede prevalecer, decirse, reactivar el delirio sano que la locura del logos, la razón y la represantabilidad fallida han desarticulado. Esa es la tarea que Raúl Velasco desempeña con maestría en Grietas de silencio.
No son grietas
lo que esconde el silencio.
No son grietas.
Es soledad.
